Me pregunté qué clase de pareja éramos nosotros. Nuestra atracción física era indudable, pero veníamos de mundos muy diferentes; y decidí que era el momento de convertirnos en la segunda clase de pareja y "conversar algunas cosas". Le reproché que hubiera asesinado a la totalidad de los botijas uruguayos. Ella retrucó que yo había matado a cuatro de sus mejores terroristas. Iba a decirle que no era lo mismo, pero jamás lo entendería, debido a la perversa escala de valores
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