domingo, 3 de mayo de 2009

Como he dicho más de una vez, obvio que al comienzo es importante socorrerse a sí mismo, porque no podemos tender la mano a otro si estamos tirados en el piso, -lo he dicho en muchísimas oportunidades eso-. Pero muchas personas sintiéndose cómodas con ese rol de pedir ayuda, se acostumbran, le toman el gusto y entonces es como que aún satisfechas sus necesidades siguen buscando obtener réditos del otro sin ofrecer nada a cambio. La sociedad tiene que ser un eterno intercambio, tú me das, yo te doy, tú me brindas, yo te brindo… Si obtengo réditos, tengo que permitir que la otra persona también los obtenga, porque es lo lógico, es lo coherente, es lo ético; y es verdad que a veces en nuestro camino de ese intercambio las demás personas pueden no pensar de la misma manera y perjudicarnos, y de repente personas que aparentemente son más ineficaces obtienen la tarea que nosotros buscamos, o logran ese puesto que nosotros ambicionábamos sanamente, y empezamos en ese momento a sentir como que los fracasos se van haciendo más continuos que los logros que estamos consiguiendo esporádicamente.

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